San Francisco y Santa Clara de Asís, amantes fieles de María y del Verbo , expresan lo esencial de su piedad mariana en tres textos admirables por su concisión y densidad espiritual: Antífona que San Francisco recitaba al principio y al final de cada una de las Horas de su Oficio de la Pasión, el Saludo a la Bienaventurada Virgen María y el Saludo a las Virtudes.
En nuestra reflexión vamos pedir prestada esa mirada maravillosa del Padre y la Madre fundadores del carisma francis-clariano para mirar y ad-mirar a la Madre del Verbo Encarnado, que fue elegida por Dios-Padre para ser Tabernáculo suyo.